Internet
no es la excepción. Porque cobrarle una cuota mensual al cliente
para darle servicios durante uno o más meses parece ser una buena
fórmula que presenta ventajas – y algunas desventajas – a
los usuarios, en una industria que busca de manera desesperada
conseguir algo de dinero a cambio de sus contenidos en la red.
Total dependencia a Internet
Si
bien tener los datos en la nube de Internet los hace accesibles desde
cualquier lugar, supone la omnipresencia de una conexión de datos
como requisito fundamental para disfrutar los contenidos adquiridos.
¿Y si no hay conectividad? No se puede escuchar música, ni ver
películas o acceder a los documentos. Servicios no tan dependientes
como aplicaciones al estilo Photoshop pueden seguir accesibles
incluso estando fuera de línea, sin embargo, la mayoría de las
suscripciones son por material de entretenimiento que no queda
instalado en nuestro dispositivo de manera permanente.
Otro
punto relevante es el de la velocidad de Internet. Porque si no
estamos en un lugar con buena señal para el plan de datos del
smartphone, la conectividad WiFi no es lo suficientemente fuerte o
simplemente no tenemos acceso a redes de alta velocidad, será muy
difícil hacer una transmisión en tiempo real de una película en
alta resolución, como ofrece Netflix.
No
existe la propiedad
Accediendo
a todo desde la red sólo cuando lo necesitamos, no existe un
sentimiento de pertenencia sobre lo que pagamos, transformándose en
contenido desechable. Las películas en Netflix están disponibles
sólo hasta que se acaba la suscripcion, al igual que la música y
otros contenidos. Por otro lado, si pagamos cuotas por Microsoft
Office, cuando se acaba el período de suscripción el producto ya no
es nuestro y no lo podemos seguir utilizando. Con este sistema nada
es realmente nuestro y todo tiene fecha de vencimiento.
Una
gran desventaja asociada es el cierre a la posibilidad de compartir
contenidos. Prestar un disco compacto o DVD con una buena película
sería cosa del pasado bajo este sistema de pago mensual, ya que el
acceso al servicio es intransferible.
Lo
que compras ya está gratis
Una
de las primeras aplicaciones que se le dio a Internet fue el
compartir música y películas. Más tarde llegó la piratería. Y la
prensa independiente, por la que no hay que pagar. Todos estos
elementos suponen una alternativa a servicios por los que hoy se
puede abrir la billetera, pero que pueden ser conseguidos sin sacar
la tarjeta de crédito vía otros medios informales, en una práctica
tan antigua como la Internet misma.
Catálogo
limitado de contenidos
Específicamente
en el caso de proveedores de multimedia, el catálogo de contenidos
está limitado a lo que empresas como Spotify o Netflix puedan
conseguir, no estando disponible “toda la música del mundo”.
Porque ellos llegan a acuerdos comerciales con las casas
discográficas y estudios de cine para distribuir música y películas
a un costo fijo mensual, dándose la posibilidad de que mucho de lo
que busquemos no esté en línea.
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