La
colaboración con el ‘software libre’ está unánimemente
reconocida como una buena forma de poner a prueba las destrezas de
los universitarios y de que estos se den a conocer mediante la
participación en proyectos de relevancia internacional.Sin embargo,
la estructura actual se las ingenia para abocar a que los alumnos
realicen sus prácticas y sus proyectos de fin de carrera en empresas
clásicas.
Dificultades
para reconocer el trabajo realizado, para calcular el número de
créditos educativos a los que equivalen o para coordinar ambos
mundos sin la participación desinteresada de tutores voluntarios son
sólo la punta del iceberg de un sistema que piensa primero en las
sociedades anónimas y después en todo lo demás.
Este
mes ha tenido lugar en Bilbao la convención Akademy, que reúne
anualmente a KDE, una de las mayores comunidades internacionales de
‘software libre’. La UPV-EHU y la Universidad de Deusto hicieron
las veces de anfitrionas del evento y en una de las sesiones, que
tuvo lugar el jueves 18 de julio, participaron activamente en la
búsqueda de nuevas fórmulas de colaboración entre ambos mundos. La
iniciativa tomó la forma de una mesa redonda en la que tomaron parte
una docena de representantes universitarios y de KDE.
Hasta
ahora, los movimiento en torno al ‘software libre’ que se han
gestado en las universidades vascas, Itsas en la UPV-EHU y E-ghost en
Deusto, han funcionado gracias a la participación voluntaria de
profesores de las facultades de ingeniería. KDE, por su parte,
ofrece un catálogo de proyectos que sus colaboradores están
dispuestos a tutorizar.
“Puntualmente
también aceptamos propuestas de trabajos y tutores que provengan de
los propios alumnos”, explica Kevin Ottens, encargado de coordinar
la participación de estudiantes en KDE. “Lo importante es que sean
proyectos reales porque es muy desmotivador para los alumnos que su
trabajo no sirva para nada”, añade. Desde la perspectiva
universitaria, este punto de vista se comparte con matices.
Pablo
Garaizar, profesor de Deusto, está de acuerdo en que los proyectos
sean lo más reales posibles, pero cree que en los primeros pasos de
los alumnos podría resultar “arriesgado”. En cualquier caso,
ambos creen que la clave está en el papel de los tutores de ambos
lados y en la monitorización que hagan de los proyectos.
Aquí
surge el primer problema: si no hay alguien involucrado en la
universidad resulta difícil que estos salgan adelante. “Aunque eso
sucede prácticamente con todo, siempre hace falta alguien dinámico
que ponga las cosas en marcha”, matiza Rebeca Cortazar, profesora
de Deusto y coordinadora de las prácticas de los alumnos en
empresas. En este sentido, la propuesta de KDE es clara: que sean las
propias universidades las que ofrezcan una lista de profesores
dispuestos a monitorizar proyectos.
Otro
de los problemas que se encuentran los universitarios son las
dificultades para que las prácticas realizadas como voluntarios en
el mundo del ‘software libre’ les sean reconocidas. Rebeca
Cortazar explica que la legislación española es “muy estricta”
en este apartado. “Para que sean reconocidas se debe firmar un
memorando entre las tres partes involucradas: universidad, empresa y
alumno”, detalla. Una estructura que en ningún momento contempla
sustituir las clásicas sociedades anónimas por comunidades de
voluntarios.
Otra
traba la encuentran a la hora de asignar créditos a las prácticas,
que dependen directamente del número de horas que el alumno pasa en
las oficinas de la empresa. Como trabajan desde casa resulta
“difícil” justificarlas. “Al no tener un horario concreto ni
un lugar de trabajo específico también tendríamos problemas para
arreglar el seguro de cada estudiante”, añade Cortazar.
Toda
una serie de barreras para reconocer el trabajo de los alumnos en
entidades sin ánimo de lucro que contrastan con las facilidades que
las empresas han tenido para incorporar becarios. Una estructura que
ha llevado a una situación que la profesora de Deusto considera “muy
problemática” porque hay sospechas de que muchos de ellos “estén
tomando el papel de trabajadores ocultos”. Con la nueva
legislación, la perspectiva de las universidades apunta a que a
partir de septiembre las cosas van a cambiar. “Lo único que
tenemos claro es que los alumnos que no cobren seguirán siendo
estudiantes”, apunta Cortazar. Aunque todavía reina la
incertidumbre, la nueva situación podría facilitar la colaboración
voluntaria con proyectos de ‘software libre’.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
gracias por comentar: