El
software libre es tan seguro que muchos usuarios, tras haberse
acostumbrado a entornos Linux, se cuestionan la seguridad y la
integridad que otorga un equipo ajeno que tenga instalado otro
sistema operativo.
Antes,
incluso, de comenzar a teclear, aparecen preguntas del tipo ‘¿Estos
programas de dónde han sido descargados?’, ‘¿Qué llevaban
dentro?’, ‘¿Son versiones oficiales?’, ‘¿Han sido
crackeadas estas aplicaciones?’, ‘¿Tiene troyanos o virus este
sistema?’, ¿Es un sistema operativo original o está pirateado?…
Uno
tiende a no fiarse de ningún otro ordenador que no sea el suyo
propio y comienza a aparecer un recelo que únicamente entienden
todos aquellos acostumbrados a moverse en Linux. Uno se vuelve mucho
más consciente del software que instala en su ordenador, de su
procedencia y de su integridad.
Un
ordenador no es algo que pueda utilizarse a la ligera, navegar por
internet puede conllevar ciertos riesgos y, aunque es cierto que no
hay ningún sistema infalible, el nivel de seguridad que nos brinda
cualquier distribución linuxera es infinitamente mayor que la de un
Windows instalado en ordenadores de usuarios con un nivel de
conocimientos en el campo de la seguridad informática medio y no
hablemos de usuarios con un nivel bajo que han instalado un Windows
no oficial, han llenado su menú de inicio con programas como
Photoshop, Office y una larga lista de programas pirateados habiendo
probado, para cada uno, varios cracks antes de dar con el que les
funcionó. Para echarse a temblar.
En
mi caso, sólo utilizo mi propio ordenador, nunca accedo a mis
cuentas desde ordenadores públicos, no me conecto a internet
utilizando redes ajenas no seguras, no instalo programas en mi
sistema que no puedan descargarse directamente de los repositorios
oficiales de mi distribución Linux , uso contraseñas diferentes con
distintos grados de seguridad para acceder a los servicios en la nube
que utilizo y, aún así, los riesgos existen.
Basta
meter una memoria USB en un ordenador cualquiera para traerse a casa
una terrorífica colección de virus y troyanos que, los usuarios de
Linux, ven en sus ordenadores sin que afecte lo más mínimo a la
integridad de sus sistemas, basta con seleccionarios y borrarlos. Una
vez hecho, uno piensa que es un alivio no tener un ordenador con
Windows y no cabe una explicación lógica de por qué la gente no
usa Linux. Y vuelvo a afirmar que, aún tomando todas las
precauciones, los riesgos existen.
¿Y
ustedes? ¿Han sentido ese recelo a utilizar ordenadores ajenos para
acceder a su email o a sus redes sociales favoritas? ¿Han sentido el
escalofrío que da sentarse ante un ordenador susceptible de estar
infectado? Cuando utilizan un ordenador que no es el suyo, ¿se
limitan a leer de forma más o menos apresurada el periódico sin
entrar a su correo electrónico? ¿Evitan instalar programas si no
confían en su procedencia?
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